Si nunca antes has oído hablar de Las chicas Gilmore, aquí tienes una breve introducción de cinco segundos. Es una serie de televisión de comedia y drama estadounidense que empezó en el año 2000. Tiene siete temporadas, 153 episodios, personajes femeninos de carácter fuerte (¡el poder de las chicas!) y dio fama a sus dos principales actrices Lauren Graham y Alexis Bledel. En sus siete temporadas, la serie se hizo famosa porque sus personajes caminaban mientras hablaban de algo importante; además de por las referencias a la cultura pop de no parar jamás, las bromas rápidas y la obscena cantidad de café (y otros alimentos) que consumían sus personajes. Bajo todo ello había una historia cálida y reconfortante sobre los vínculos familiares entre tres generaciones.
En 2016, Netflix grabó y emitió una secuela de la serie que se tituló Las chicas Gilmore: un nuevo año, que consta de cuatro episodios y tiene lugar cinco años después de que la serie de televisión acabase. Y la respuesta a ello fue espectacular.
Te preguntarás entonces, ¿qué tiene que ver esta agradable serie de televisión con la gestión de las partes interesadas de un proyecto? Te lo explicaré. Pero, antes de nada, al puro estilo de Las chicas Gilmore, necesitas una taza de café.
ADVERTENCIA: hay un (1) claro spoiler para quienes pretendan ver Un nuevo año. Así que, continúa bajo tu responsabilidad.
Las partes interesadas fundamentales odian el producto final
Antes de continuar con la séptima temporada, la red televisiva y los creadores del programa, Amy Sherman-Palladino y su marido Daniel Palladino, no llegaron a un acuerdo sobre la contratación de más redactores. La pareja había escrito cada una de las palabras del diálogo durante seis temporadas y necesitaban ayuda para continuar. Sin embargo, la cadena no pudo aceptarlo. Por este motivo, los Palladino no continuaron al acabar su contrato y la última temporada fue escrita y grabada sin sus autores originales. Como es lógico, el programa se canceló tras la séptima temporada debido a su baja audiencia.
Olvidaba lo mucho que odio la séptima temporada de Las chicas Gilmore.
— Emily Filowiat (@emilyb_53) 13 de agosto de 2016
Recuerda que las partes clave pueden hacer que un proyecto sea un éxito o un fracaso. Si las entregas no cumplen las expectativas de las partes interesadas fundamentales, tu proyecto se hundirá, incluso aunque lo termines a tiempo y sin salirte del presupuesto. En el caso de Las chicas Gilmore, la parte más importante eran los espectadores, algunos de los cuales habían sido fieles durante más de seis temporadas. Y, por lo general, odiaban el cambio. O bien consideraban que los diálogos no les llegaban, y que los personajes y las situaciones carecían de fuerza. Incluso el reparto y el personal estaban claramente insatisfechos con el final de la historia.
¿Dónde está el punto clave?
En el caso de la séptima temporada, la cadena contaba con los mismos miembros del equipo (reparto y personal), pero estaba dirigida por un nuevo gestor de proyectos (director), que expuso al proyecto (la serie de televisión) a un riesgo mucho mayor, especialmente porque la función del gestor de proyectos tenía un papel creativo crucial. Todo desembocó en una audiencia fluctuante y desenganchada.
En lugar de aflojar, la cadena podría haber tenido más cuidado, recoger opiniones y cambiar rápidamente para responder a las necesidades de los espectadores. ¿Acaso debatieron el tema en grupo?; ¿analizaron las audiencias? Quizá lo hicieron. Sin embargo, en este caso, cambiar no habría sido suficiente, ya que los espectadores pedían que volvieran los creadores originales.
Averigüe qué quieren las partes interesadas clave
En octubre de 2014, aproximadamente siete años después de que finalizara la serie, Netflix comenzó la reemisión de las siete temporadas de Las chicas Gilmore para que nuevos públicos (mucho más jóvenes) la pudieran ver. Esto provocó un fortalecimiento de la demanda de que volviera la serie, una demanda que venían reclamando los fans desde 2007.
Si hay algo que los públicos más jóvenes de series de televisión saben actualmente, y que las antiguas generaciones no sabían, es que tienen la sartén por el mango. En los últimos años, los fans han conseguido que vuelva Veronica Mars (que recaudó dos millones de dólares en menos de 24 horas) y las cadenas han resucitado respetadas marcas televisivas como Padres Forzosos, Arrested Development y Expediente X, todo porque los fans han reclamado su vuelta a la pantalla.
La petición de que volvieran Las chicas Gilmore no pasó desapercibida para Netflix. Se sentaron a escuchar y confirmaron las peticiones con los datos reales de las audiencias. Después de todo, son maestros en comprender qué programas son entretenidos gracias a sus complejos algoritmos y las grandes cantidades de datos remitidos que les aportamos. Llegados a este punto, era factible volver al proyecto para una octava temporada y dar a los espectadores lo que pedían: la oportunidad de ver nuevos episodios de Las chicas Gilmore de nuevo en televisión.
Dispón de dinámicas de equipo positivas
En un jurado del festival ATX de 2015, la creadora de la serie, Amy Sherman-Palladino, dijo lo siguiente cuando se le preguntó sobre la posibilidad de una vuelta de la serie: "Lo bueno es que no nos odiamos. Ese es un factor muy importante. Todo tendría que darse en las condiciones adecuadas: el formato adecuado y el momento adecuado. Tendría que respetarse de algún modo. Y considero que, en caso de que tuviera que pasar, me lanzaría y lo haría".
Quizás al final todo encaje. Netflix autorizó la producción de Las chicas Gilmore: Un nuevo año. Los miembros del equipo estaban preparados y deseosos de poder retomar sus funciones bajo la dirección del gestor de proyectos original. Estaban unidos por un objetivo común: poner fin a la historia correctamente.
¿Los obstáculos del proyecto? Volver a los requisitos de las partes interesadas
Nota: el spoiler viene ahora. Estás avisado.
Desde luego, jamás ningún proyecto ha terminado sin impedimentos. En algún punto cercano al final de la producción de Un nuevo año, el equipo tuvo que enfrentarse a un obstáculo. Este era una escena fundamental que requería una gran boda entre dos de sus personajes principales: Luke y Lorelai. ¿Cuál fue el problema? No había presupuesto suficiente para extras y ropa para que la escena se filmara como debería.
En una entrevista con TVLine, Sherman-Palladino dijo: "Tuvimos que plantearnos cómo hacer esta boda bien sin caer en lo que se hizo en “Mejor... ¡Ni me caso!”... Sabíamos que tenía que haber una boda. Sabíamos que teníamos que casarlos. No podíamos salir de esta sin que se casaran. Los fans lo habían estado esperando durante mucho tiempo. A veces, trabajar con plazos ajustados nos obliga a hacer cosas que no habríamos hecho normalmente y que acaban siendo muchísimo mejor. Para encajar todos los detalles, llegamos al meollo de la cuestión: se trataba de Luke, Lorelai y Rory. Y eso lo hizo todo más íntimo y aportó más sentimiento”.
¿Cuál es la mejor estrategia cuando nos enfrentamos a obstáculos del proyecto, como la falta de presupuesto o tiempo? Volver a las necesidades de los clientes, a los requisitos de las partes fundamentales. ¿Qué es lo esencial y no negociable? Cuando sabes qué es, todo lo demás carece de prioridad e importancia. Puedes continuar buscando formas creativas de alcanzar los objetivos dadas las limitaciones.
Eso es todo. Si has leído esto de cabo a rabo sin ver un solo episodio de Las chicas Gilmore, te imploro que acudas a Netflix y pruebes a ver solo uno. Lo peor que te puede pasar es que lo odies, que puede ser. Pero en el mejor de los casos, simplemente disfrutarás de la serie y, durante el proceso, aprenderás otras dos cosas cruciales para liderar un equipo hacia el éxito: compasión por tus compañeros excéntricos y una infatigable actitud positiva... estimulada a base de cafeína, por supuesto.
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