Theodore Roosevelt dijo una vez: “Cuando te tengas que enfrentar a una decisión, lo mejor que puedes hacer es lo correcto, la siguiente mejor cosa que puedes hacer es lo incorrecto y lo peor que puedes hacer es nada”.
Tiene sentido. Sin embargo, cuando se trata de un proceso de toma de decisiones, muchos de nosotros acabamos paralizados. Nos aterra dar un paso en falso y, por consiguiente, permanecemos congelados en nuestro camino con la vana esperanza de que la decisión correcta sea cada vez más evidente. Ya sabes que esta no es una buena estrategia, especialmente cuando se trata de gestionar la carga de trabajo y liderar un equipo. Es mejor pasar a la acción y pensar en cómo tomar mejores decisiones sin quedarte paralizado.
“Los líderes no temen tomar decisiones”, explica el psicólogo especializado en conducta y marketing, doctor Elliott Jaffa, “pero sí quienes les siguen”.
De hecho, una buena toma de decisiones es uno de los pilares fundamentales del liderazgo eficaz. Sin embargo, sin ánimo de ofender a Teddy Roosevelt, a menudo es más fácil decirlo que hacerlo. Profundicemos en las diferentes estrategias que puedes emplear para tomar mejores decisiones.
Los obstáculos de una buena toma de decisiones
Todos hemos tomado buenas y malas decisiones. Sin embargo, ¿por qué ocurre esto? ¿Por qué un día tomamos una buena decisión y, al siguiente, metemos la pata? Hay varios obstáculos que intervienen:
“Uno de esos obstáculos es la falsa premisa de que no nos da tiempo a pensar”, afirma Mike Kallet, director general de HeadScratchers y autor de Think Smarter. “Es algo ridículo, porque si no piensas bien, acabas cometiendo errores que te acaban costando mucho tiempo, por no mencionar el dinero gastado y las oportunidades perdidas”.
Por este motivo, se antepone la eficiencia a la eficacia cuando se trata de tomar decisiones. “Nos pagan por hacer cosas”, añade Kallet. “Nos satisface hacer cosas. Pensar y aclarar los problemas se percibe como algo que ralentiza el proceso”.
Otro obstáculo para una excelente toma de decisiones se denomina anclaje. “El anclaje es un prejuicio a la hora de tomar decisiones que se deriva de las funciones de la memoria humana a corto plazo”, afirma Yolanda Berry, que posee un máster en economía conductual y trabaja como asesora principal en UK Behavioural Economics.
Berry nos da un ejemplo sencillo relacionado con los números. Si preguntamos a alguien los dos últimos dígitos de su número de la seguridad social y, a continuación, le pedimos que adivine el número de países africanos de la ONU, sus cálculos serán predeciblemente más altos si los dos últimos dígitos de su número de la seguridad social están más próximos a 99 que a uno.
“Si bien no parece existir correlación alguna entre estos dos aspectos, el hecho es que este número se encuentra en nuestra memoria a corto plazo e influye en nuestra capacidad de realizar cálculos precisos”, afirmó.
Fatiga de decisión es otro fenómeno que puede afectar gravemente a tu capacidad para tomar buenas decisiones. “Hay una prueba definitiva de que la cantidad de decisiones afecta a la calidad de las mismas”, añade Berry.
Hay estudios que demuestran que los doctores son más proclives a recetar antibióticos al final de sus jornadas que al principio de las mismas. Y también que los jueces suelen denegar la palabra al final del día más que al principio de la jornada. Estas son pruebas reales de la fatiga de decisiones. Nos cansamos de tomar decisiones, lo que reduce considerablemente las probabilidades de que sean las correctas.
Cómo tomar mejores decisiones
Ahora que sabes lo que se puede interponer en el camino de una buena toma de decisiones, ¿qué estrategias se pueden aplicar para incrementar las probabilidades de superar estos obstáculos? Aquí tienes seis consejos para mejorar tus propias habilidades de toma de decisiones.
1. Entiende el problema
Cuando se trata de escoger el mejor punto desde el que partir, Kallet advierte que los líderes primero tienen que comprender exactamente en qué consiste el problema, ¿qué causa debe tratar de solucionar esta decisión? Al delimitar el problema, puedes identificar y aclarar mejor las prioridades.
“La mayoría de los errores de la toma de decisiones proceden de no tener clara la naturaleza del problema y dar rodeos con la solución propuesta para solucionar el problema”, explica Kallet.
“¿Es el objetivo de la reunión tomar una decisión en una hora o es su propósito desarrollar las opciones?”, pregunta Therese Huston, doctora y autora de Cómo deciden las mujeres en un Ideacast de Harvard Business Review. “Se trata de prioridades muy diferentes”.
Entender el problema y usarlo para identificar sus prioridades te aportará el contexto necesario para tomar una decisión correctamente fundamentada.
2. Elimina las decisiones intrascendentes
Tómate unos minutos para pensar en los emprendedores más famosos del mundo. Ahora piensa en los atuendos que usaban habitualmente. Parece una pregunta un tanto extraña. Sin embargo, estoy por apostarme lo que quieras a que estás pensando en el famoso jersey negro de cuello de cisne de Steve Jobs o la célebre camiseta gris de Mark Zuckerberg.
Ya hemos hablado de la repercusión que la fatiga puede tener en la calidad de las decisiones. Si delegamos, automatizamos o incluso eliminamos elecciones que no tienes que tomar tú exclusivamente, puedes ahorrar recursos mentales para centrarte en dilemas más importantes.
“Planificar con antelación y tomar decisiones de manera previa te ayudará a reducir la fatiga de decisiones”, afirma Berry.
Desde pensar en qué vas a cenar todos los días a asignar a alguien para dirigir algo que ya no precisa tu participación, cerrar estos pequeños detalles puede ser de gran ayuda.
3. Date varias opciones
“La mayoría de las personas solo tienen un plan A y jamás tienen en cuenta un plan B, C o D”, advierte el doctor Jaffa. Es importante que consideres opciones realmente diferentes al intentar tomar una decisión.
Según Huston, caemos fácilmente en la trampa de darnos solo una opción y engañarnos al pensar que en realidad son dos: “Por lo que frecuentemente pensamos, ¿debo hacerlo o no? ¿Debería contratar a Samantha o no? ¿Debería tomarme un descanso para almorzar de 30 minutos y salir a pasear o no? En cada uno de estos casos, solo hay una opción sobre la mesa: voy a realizar este cambio o me voy a quedar como estoy”.
Por lo general, Huston explica que es mejor tener buenas opciones que sopesar. Utiliza el ejemplo de una empresa que decide si debe construir un aparcamiento para aclararlo.
“En lugar de construir un aparcamiento o no, las tres opciones posibles serían: ¿deberíamos construir un aparcamiento, dar abonos para el autobús a los empleados o darles la opción de trabajar desde casa un día a la semana?” añade. “Esto podría solucionar el mismo problema, pero son opciones muy diferentes”.
Cuando tienes varias rutas diferentes entre las que elegir, solo importa que la calidad final de la decisión vaya a mejorar. Puedes identificar la mejor forma de avanzar, en lugar de responder con un "sí" o un “no” obligatoriamente.
4. Desarrolla un planteamiento estructurado
Puede parecer raro plantear la toma de decisiones de manera estructurada. Sin embargo, lo creas o no, puede servirte de gran ayuda.
“Una buena forma de minimizar la repercusión de quedarse anclado o de otros prejuicios cognitivos es tener un planteamiento estructurado en la toma de decisiones”, añade Berry. “Si entrenas a tu cerebro para seguir una estructura concreta al tomar decisiones comerciales, ese pensamiento ensayado reducirá la influencia de recuerdos externos”.
Puede sonar complicado, pero no tiene por qué serlo. Tu propia estructura puede implicar algo tan sencillo como una serie de preguntas que plantearte cada vez que tengas que tomar una decisión.
“Este es el motivo por el que los gestores de proyectos siempre tienen una hoja de ruta clara de los riesgos y las dependencias en sus planes de proyectos”, añade Berry. “Los diagramas de flujo, los planes de contingencia y las matrices de decisión no solo eliminan los sesgos cognitivos, sino que también ayudan a tomar decisiones eficazmente entre un grupo de posibilidades conocidas de antemano”.
Tómate tu tiempo para pensar en cómo puedes estructurar mejor la toma de decisiones. Ya se trate de una cadena de pasos que tienes que completar o de aspectos sobre los que reflexionar, contar con esta estructura te dará la posibilidad de tomar decisiones disponiendo de toda la información necesaria.
5. Distánciate
Es probable que alguien ya te haya dicho que lo “consultes con la almohada” cuando se te presenta una decisión importante. Si has puesto los ojos en blanco y lo has descartado como algo típico, puede que te lo tengas que replantear. Resulta que distanciarse de una gran decisión puede ayudar a mejorar su calidad y, por consiguiente, es un buen método para empezar a tomar mejores decisiones.
“Ya sea consultar con la almohada lo que marca la diferencia o no, la cuestión es que distanciarse de la decisión es un paso realmente importante”, afirma Huston. “Y puede que no sea posible tomarse una semana, pero al menos una hora puede suponer una gran diferencia”.
Consulta la investigación de la facultad de economía y empresa de la universidad de Maastricht, por ejemplo, que utiliza un juego de ultimátum y 168 participantes diferentes para concluir que demorar una decisión normalmente conlleva un mejor resultado.
Así que duerme. No puede hacerte daño.
6. Trata de verlo desde fuera
Cuando estás próximo a tomar una decisión, es mucho más sencillo no ver el bosque por culpa de los árboles. Por este motivo, los científicos aconsejan analizar la situación con esta pregunta: ¿Qué consejo le darías a un amigo que se encuentra en la misma situación? Ver el problema desde un punto de vista externo puede ayudarte a contemplar el panorama de forma más objetiva y tener en cuenta toda la información y las diferentes perspectivas que entran en juego (y, finalmente, a tomar mejores decisiones).
Una investigación de la universidad de Waterloo y Michigan lo respalda. Los investigadores plantearon a 100 participantes diferentes una pregunta relativa a las relaciones. A algunos se les pidió que imaginaran que les habían engañado, mientras que a otros se les pidió que imaginaran que alguien había engañado a un amigo. Llegados a este punto, respondieron un cuestionario que pretendía medir sus habilidades para dar respuestas inteligentes".
Según esperaban los investigadores, las personas que pensaban en lo que debería hacer su amigo tendían a responder de formas que demostraban más inteligencia que aquellos que pensaban en su propia situación”, explica Melissa Dahl en un artículo para New York Magazine.
Si estás confundido ante una decisión, utiliza la táctica del distanciamiento para colocarte en una perspectiva diferente y tomar una decisión más inteligente.
Ha llegado la hora de tomar mejores decisiones
La capacidad de tomar buenas decisiones es un aspecto fundamental de un liderazgo eficaz. Sin embargo, es una de esas cosas que es más fácil decir que hacer.
Si la toma de decisiones es un suplicio (como para muchos de nosotros), hay una serie de estrategias útiles que puedes poner en marcha para mejorar tus habilidades, entre las que se incluyen las siguientes:
- Tomarse un tiempo para conocer la causa del problema.
- Acabar con las decisiones insignificantes.
- Asegurarte de disponer de opciones suficientes.
- Desarrollar una estructura o pauta para tomar decisiones.
- Descansar y distanciarse de la decisión.
- Reflexionar acerca de cómo aconsejarías a un amigo si se encontrara en una situación similar.
Tomándote un tiempo para desarrollar algunos de estos pasos, incrementarás tus posibilidades de tomar mejores decisiones en el futuro.
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